En 1940, los conductores de New York recorrían varios kilómetros, solo para tener la experiencia de subirse a un puente colgante que parecía una montaña rusa.

El puente de Tacoma Narrows tenía la peculiaridad de moverse de forma ascendente y descendente como un columpio, y generar un efecto ilusorio que hacía desaparecer a los autos por algunos segundos mientras se veía una duna de tablas ¿Curioso verdad?

También llamado “Gertrudis galopante” fue en su época el tercer puente colgante más grande del mundo, tenía más de 1600 m de longitud, y se fabricó para soportar vientos de hasta 200 km/h.

Toda esta aventura llegó a su fin el 7 de noviembre del mismo año, después de 4 meses de su construcción, el puente colapsó por la acción de vientos de 64 km/h, un error que marcó el hito en la ingeniería de puentes. Pero ¿por qué sucedió?

Al principio, se creía que lo originó un fenómeno mecánico llamado resonancia, que es el incremento de la amplitud de movimiento de un sistema, al intervenir una fuerza menor en la misma frecuencia y de forma repetida, generando que la amplitud del sistema oscilante o movimiento propio de la estructura se agrande.

La magnitud del fenómeno puede ser destructiva en cualquier edificación. Un caso probable es, si una tropa entra a un puente “marcando el paso” éste se derrumbe, por el efecto de la resonancia.

Pero, años después un descubrimiento dio la respuesta, el Flutter, es una vibración que surge sola, cuando las fuerzas aerodinámicas ejercidas sobre un objeto provocan un movimiento periódico natural. Este movimiento se retroalimenta en condiciones positivas. Mas vibración más movimiento y carga aerodinámica, cuanta más carga aerodinámica más movimiento y vibración.

Gracias a este suceso, ahora se toma en cuenta la aerodinámica, la resonancia y la carga que soportan las estructuras. Como ciudadanos, podemos exigir a las autoridades que hagan las evaluaciones correspondientes a las estructuras que se implementan en nuestra ciudad, para hacer uso de ellas con seguridad y confianza.